martes, 14 de octubre de 2008

columna: Crisis y pensamiento mágico, GUILLERMO GIACOSA

Hace algunas décadas Uganda, país del África Oriental, padeció el enfrentamiento de dos de sus grupos étnicos más importantes. Uno de ellos era liderado por un brujo que afirmaba haber confeccionado unos talismanes que hacían invulnerables a sus guerreros. Su discurso era tan convincente como estimulante para quienes irían a la guerra. Sin embargo, en una suerte de mini-Armagedon entre ambas etnias, los poseedores del talismán de la invulnerabilidad recibieron una soberbia paliza y gran parte de sus convencidos luchadores quedaron tendidos en el campo de batalla. A pesar de semejante desmentido de la realidad, la fama de su brujo no sufrió mella. Los vencidos, junto con los familiares de los compañeros muertos, no interpretaron que habían sido engañados. Solo pensaron que los rivales habían tenido la suerte de poseer un talismán más poderoso. En antropología aprendemos que el 'pensamiento mágico’ siempre se cierra de una manera aparentemente racional para justificar sus creencias.
Otra historia similar data del año mil y tiene como héroe a Nasredin Hodsha, un mítico personaje cuya fama se extendió desde el África del Norte hasta la India. Poseía Nasredin un burro al que amaba. Su mujer exigió que compraran una vaca y, contra su voluntad, nuestro hombre debió acceder para no soportar la cólera de su cónyuge. Desde entonces, el burro y la vaca debieron compartir el pequeño establo y Nasredin no cesó de rogar a Alá que “hiciera morir la vaca”. Una mañana, al entrar al establo, se dio con la sorpresa de que quien había muerto era el burro. Indignado, clamó al cielo: “Alá, hace millones de años que eres Dios y no sabes distinguir entre una vaca y un burro”. Una vez más, el 'pensamiento mágico’ se cierra sin que la creencia sea lesionada.
Lo mismo ocurre en la actualidad con la crisis económico-financiera que está maltratando los nervios y los bolsillos de sectores otrora superprivilegiados. El 'pensamiento mágico’ que, en este caso, no lo interpreta un talismán, ni los ruegos por la muerte de una vaca, lo encarna un sistema económico basado en el mercado y la desregulación que, a pesar de los fracasos estrepitosos producidos, sigue siendo considerado –como el talismán o la fe en Alá– la única alternativa viable. 
Los críticos y los cronistas de la crisis actual parecen incapaces de aventurar respuestas que excedan el marco conceptual en la que los encierra las teorías en boga. Ni qué decir de las autoridades estadounidenses, quienes han pasado del absoluto laissez-faire a un proteccionismo casi soviético sin que asome, siquiera, la sombra de una crítica a las bases ideológicas que condujeron a un desastre cuyo fondo aún no se avizora. 
En suma, el pensamiento mágico, cultivado con todo derecho por quienes profesan las distintas religiones, se ha trasladado al campo de la economía como, quizá, la única forma de enfrentar la coyuntura sin que la inmensidad de su fracaso melle sus posibilidades de seguir lucrando irracionalmente cuando la crisis sea superada, si es que tal cosa ha de ocurrir.
AUTOR: GUILLERMO GIACOSA/ MEDIO: PERÚ 21/ PUBLICADO: 19 DE SETIEMBRE DE 2008

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